A la sombra del dragón Arehuc ―primera entrega―
Recorriendo el «Mapa búico» de Arucas de Fernando Ramírez
Reproducimos la primera de las tres entregas que publicó Miguel Ángel Martínez Perera en la revista La Cantonera (números 19, 20 y 21, TEPEMARQUIA Ediciones, 2016~2018) sobre Mapa búico de Arucas, novela corta publicada en el libro póstumo Piedras ceniza.
Miguel Ángel Martínez, profesor y dramaturgo residente en Las Palmas de Gran Canaria, conoció a Fernando Ramírez cuando este era jurado del Premio de Poesía Pedro Marcelino Quintana y él ganador del mismo.
En nuestra tradición literaria el territorio insular ha sido objeto de particulares recreaciones mitificadoras. La legendaria Selva de Doramas, referida por Cairasco de Figueroa, Viera y Clavijo o Graciliano Afonso; la génesis lírica del archipiélago en la “Oda al Atlántico” de Tomás Morales; la isla “Fuerteventurosa” emergida de las cuitas de Miguel de Unamuno durante su destierro; la isla de Lanzarote transmutada en el inquietante Lancelot 28º-7º de Agustín Espinosa; la construcción de Femés en Mararía de Rafael Arozarena; la Bardinia de Emilio González Déniz, son solo unos ejemplos entresacados de la reinvención literaria de un pedazo de nuestro territorio, una muestra de una constante en la literatura universal. La manera en la que el escritor recrea su entorno más allá de revelar un rasgo de estilo de una escritura personal es una seña de identidad de movimiento literario. La idealización paisajística del escritor romántico frente a la obsesión por la fidelidad en el detalle de los realistas es ciertamente un rasgo distintivo que advierte del cambio de una época, de la misma forma que el eclecticismo de la literatura contemporánea permite la convivencia entre la Alcarria de Cela y el mítico-imaginario Macondo de García Márquez. En definitiva, como Homero crea una Grecia mítica, o Virgilio su Roma eterna, nuestro Fernando Ramírez en su Mapa buíco de Arucas (obra recogida con otros textos suyos en el libro Piedras ceniza, Tepemarquia, 2016) recoge el testigo, como buen discípulo de patrón establecido por Espinosa en Lancelot 28º-7º, para afrontar una tarea literaria personalísima sobre la tierra que tanto amó: Arucas.
Esta novela corta debe considerarse propiamente una auténtica mitología novelada dividida por el mismo autor en cuatro apartados: el bu ceniza de la Montaña, el bu basáltico, el bu vegetal y el bu ácromo. Como puede apreciarse ya en los títulos, estamos ante un texto que va a cartografiar la tierra, la idiosincrasia y un fragmento de la historia aruquense desde una perspectiva inédita, original, vanguardista. Novela corta, decimos, pero de grandes y riquísimas profundidades que nos llevan a dividir y distribuir su análisis en cuatro artículos. Este primero se centrará en el comentario de los cuatro capítulos iniciales del libro, aquellos que Ramírez considera nacidos de la fuerza telúrica del volcán, del primitivo dragón Arehuc que arrojando bocanadas de fuego y fundiendo la piedra conformó el territorio del norte de la isla de Gran Canaria.
Finales de 1975
En el primer capítulo, el autor nos presenta a su antihéroe. Estamos a “Finales de 1975”, después de la muerte de Franco y la Marcha Verde de Marruecos. Marcelino es un estudiante de magisterio que llora la muerte a su abuelo, don Chano Tacoronte, también maestro jubilado. El chico se sentía muy apegado a don Chano, que, a falta de padre, ejerció él mismo como tal y del que aprendió Marcelino a amar lo canario. Aparece un elemento sustancial en el relato y es el manuscrito que lega el bueno de don Chano a su nieto. A partir de su lectura se desencadenará el discurrir fabulador, mítico y rememorador del Mapa búico. Este planteamiento no deja de ser cervantino, al basar todo el desarrollo de una historia en el hallazgo de un texto desconocido para el protagonista y cuya lectura compartirá con el lector. Nos hallamos en el juego de lo metaliterario, al que también era aficionado otro Borges, otro de nuestros fantástico-míticos, en donde la literatura se gesta y germina dentro de la literatura, en donde un lector de ficción hace relato para otros lectores no ficticios, es decir, para nosotros. No deja de ser todo esto un juego de espejos. El manuscrito que tiene Marcelino entre sus manos fue redactado por el abuelo maestro hacía más de treinta años, como un relato fantástico, «una nueva mitología sobre la tierra que les vio nacer», a él y a su nieto, que lo escucha embobado de niño y que ahora, joven estudiante de magisterio y, seguidor de los pasos de don Chano, al leerlo, lo abre a nuestros ojos.
En él se cuenta la génesis del Norte de Tamarán a partir de la acción del dragón Arehuc que se enfrenta al mismísimo Neptuno y los Alisios, en un pasaje que nos recuerda a la creación del archipiélago que cantase Tomás Morales en su “Oda al Atlántico”. Ramírez se centra en la conformación del territorio aruquense y localiza el “sarcófago donde se encuentra momificado el dragón Arehuc” en el interior de la Cueva del Santo, auténtica puerta insondable de un infierno mítico.
En la cueva de los esqueletos
“En la cueva de los esqueletos”, segundo capítulo o etapa en el recorrido de nuestro mapa, aparece Tenesor, primo de Marcelino, que desea distraer y animar al muchacho abrumado por la muerte del abuelo y obsesionado con el manuscrito. Su estrategia comienza haciendo sonar Nowhere man de los Beatles, canción que tanto gusta a su primo sobre todo por el mensaje que encierra su letra: “¡Tienes el mundo en tus manos!”; bellísima metáfora del mapa y el cartógrafo-lector. La madre viuda de Marcelino, su primo Tenesor y su padre, componen un núcleo familiar típico de las poblaciones insulares, cuyo vínculo se estrecha en las desventuras que mucho tienen que ver con la dureza de la vida en condiciones naturales y económicas adversas. En todo caso, como los unos se preocupan por los problemas de los otros, al final todos se confabulan para quitarle la magua al joven protagonista. Tenesor logra arrancar de su mutismo a Marcelino con la música, a cambio, Marcelino le descubre un hecho inquietante: su abuelo había encontrado poco antes de su muerte un idolillo de barro que una vez entregado al Museo Canario este dató en aproximadamente tres milenios. En esta parte el relato toma visos de novela histórica y de aventuras. Se rememora el hallazgo de restos humanos aborígenes en la “Cueva de los esqueletos” y una atmósfera de misterio se apodera de la trama. Los primos deciden marchar de expedición al lugar del hallazgo, la Cueva de los esqueletos, y después vuelven a acudir al texto del abuelo donde se describe el idolillo hermafrodita de la Fecundidad. A partir de una reflexión sobre la figura, Ramírez da cuenta del desarrollo agrícola e industrial acometido a causa de la “ambición de razas intrusas” y que ha provocado la transformación de la zona aruquense. Caña de azúcar, cochinilla y plataneras se han sucedido en el paisaje, cultivos que han surgido con la ambición y han desaparecido tras una dura crisis en la que siempre salen perdiendo y ganando los mismos. El viejo don Chano, testigo de cada uno de esos cambios, recibe como un regalo al final de su vida el afortunado encuentro del idolillo: barro, prehistoria y ternura por la tierra patria. De su puño y letra su nieto lee la máxima de que “la Naturaleza es madre del hombre y su hija”.
Primavera de 1976
“Primavera de 1976”, el tercer capítulo, comienza con una analepsis que rememora las charlas que sostenía el abuelo acompañado de su nieto aún niño con las mujeres que lavaban en la acequia. Un nuevo y mítico personaje interviene en la historia a raíz y el rumor del agua, el pequeño terrateniente Tomaso que le recuerda el altísimo valor del agua en nuestra economía, pero aún más el valor de los estudios para salir adelante y no permanecer a expensas de los elementos y las heredades del agua. Continuando con su escritura de vasos comunicantes, Ramírez relata el recuerdo que le provoca a Marcelino la vista de libélulas cerca del agua, y la referencia en el manuscrito de estos insectos que llevaron a los antiguos aborígenes a descubrir los pozos. Desde el coche de hora que lo traslada a la capital donde estudia, Marcelino enumera los lugares aruquenses nacidos al amor del agua, entre las arterias de las acequias y no puede dejar de añorar el bosque que derribaron las hachas invasoras del que le habló el abuelo Chano en su niñez. Después de la descripción telúrica y genesíaca del paisaje de Arucas, todo piedra y fuego, el agua se convierte en el elemento vital para la población, en codiciado objeto de deseo, disputa y motor económico de la región. La anécdota que cuenta Chano acerca de los golpes que recibió de la “vara del jodido acequiero”. Cuando niño y en pleno verano, Tomaso se bañaba en la acequia. El celo del campesino para que no se perdiese ni una gota de agua a causa de las alegres e inconscientes salpicaduras del chiquillo provocó unos cuantos varazos en el cuerpo del infortunado. Es este un testimonio próximo a las experiencias y los duros aprendizajes de aquel jovencito Lázaro que también nació dentro del agua del río Tormes.
Madrugada del 2 de junio de 1976
La “Madrugada del 2 de junio de 1976” se produce un hecho que sacude el ánimo de toda la isla y que Ramírez no deja de referir, víctima consciente de su querencia al reportaje peridíostico, elocuente, dinámico, detallado, con el pulso literario de la novela negra. El industrial tabacalero Eufemiano Fuentes es secuestrado en su domicilio. Tanto la desaparición como el asesinato descubierto posteriormente se atribuirán al delincuente menor aruquense Ángel Batista. La familia Tacoronte duda de la autoría de los delitos como lo hace parte importante de la población que lo atribuía a un ajuste de cuenta entre mafiosos*. En lo que al Mapa búico respecta, el acontecimiento sirve para sacar de su mutismo a Marcelino, que defiende ardientemente en sus conversaciones al fugitivo. Para tomar distancia de su tierra y la pesadumbre de los recuerdos que le trae la ausencia del abuelo, decide tomarse un año de recuperación y distanciamiento y se va a casa de unos familiares en Tenerife. Allí conoce el amor de Iballa, una muchacha también estudiante de magisterio a la que enamora relatándole una leyenda amorosa en donde Eros realiza una incursión a Tamarán. En este punto, el autor despliega su vena lírica y el canto al amor y a la tierra se confunden en el trasfondo de la historia de dos jóvenes. Por otro lado, Ramírez nos abre otra puerta, un nuevo relato dentro del relato. Josefa “La cubana”, casera medio familiar de Marcelino, traslada al joven la historia que don Chano le contó a ella, protagonizada por el legendario caudillo aborigen Doramas, aquel “semidiós zurdo” pesadilla de los castellanos, capaz de dar la vida por su pueblo y por rescatar a su amada, Abenahoara de manos enemigas. Todo ello se relata en la sobremesa en un ambiente festivo y dicharachero, en el relajamiento amistoso al que es tan aficionado el canario.
Mapa búico se asemeja al líquido elemento en que discurre y traspasa épocas, lugares y gentes y los une en la misma trasparencia de la memoria. La prosa diáfana y brillante de Fernando Ramírez sacia la sed que causa el olvido.
Canario y aruquense, narrador y poeta, periodista y escritor, hombre sabio y amigo grande, Fernando Ramírez abre este Mapa a nuestros ojos, despliega una prosa ágil, de reportero de raza, que nos atrapa y nos lleva página a página a un paisaje y paisanaje reconocibles en nuestro inconsciente colectivo. Salta con destreza tiempos, épocas e historias con la naturalidad del que escribe como habla, como respira, como bebe agua. Y es que la prosa de este Mapa búico se asemeja al líquido elemento en que discurre y traspasa épocas, lugares y gentes y los une en la misma trasparencia de la memoria. Es un agua saltarina y juguetona, entre el pasado y el presente que igual refleja en su superficie al joven Marcelino y su abuelo difunto, como muestra en su fondo al viejo don Chano llevando de la mano a su nieto por las veredas de aruquenses; así de la misma manera en un instante estamos en la Arucas de los setenta para luego saltar a acontecimientos acaecidos en nuestra mítica prehistoria de Arehuc. Y todo en un canto de amor a la tierra madre, al paisaje y el paisanaje canarios en general y aruquenses en particular. La prosa diáfana y brillante de Fernando Ramírez sacia la sed que causa el olvido. Y este es uno de sus más altos valores.
NOTAS:
* No obstante, el único estudio en profundidad sobre los hechos, realizado y publicado en 2002 por el abogado Gustavo Socorro, El rubio: caso cerrado, no duda en atribuir la responsabilidad criminal de Batista.

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