Rescatamos una crítica de Juan Benítez Inglott al poemario “Mar que yace” (1964)
Rescatamos una crítica al primer poemario publicado por Fernando Ramírez, Mar que yace. El libro se editó dentro de la colección Tagoro que el propio autor cuidaba junto a Lázaro Santana y, puntualmente, con Antonio García Ysábal.
Aunque en el recorte no consta la fecha ni el nombre del periódico al que pertenecía este texto, nos aventuramos a decir que se publicaría en 1964, año en el que aparece el libro, y en el Diario de Las Palmas donde solía escribir el autor de la reseña, Luis Benítez Inglott, poeta y periodista asociado al conjunto de autores del modernismo desde Canarias.
Abajo pueden leer la transcripción de este artículo:
Mar que yace,
poemas de Fernando RamírezInteresa mucho la personalidad de este poeta joven, sentimental y abierto que es Fernando Ramírez. Yo he tenido siempre por él una predilección especial. Se trata de un poeta con alma capaz de poner en pié a una multitud. En sus ideas, que vuelan irisadas, gráciles y armoniosas, hay un fondo resplandeciente. Aquel espíritu ardiente es un hogar donde toda la materia se funde y, como producto, da un metal precioso.
Yo hubiera querido hacer antes de ahora el merecido elogio de este pequeño volumen de poemas de Fernando Ramírez; pero no me he decidido a hacerlo hasta tener releído y repasado el libro. Pude haber hecho una crónica de circunstancias y hablar del poeta prodigándole todos esos elogios en serie que suelen verse en los periódicos. Pero había en sus versos una llamada profunda, un imperioso mandato al que no es posible sustraerse pretendiendo dejarlo cumplido con formulismos inconsistentes. Deseo hoy llevar a quienes me lean la convicción de que ha surgido una sólida figura en el campo de nuestra poesía. Ya suponía yo que así debía ser, y me complacía saber que entre Fernando Ramírez y Lázaro Santana, creadores de las ediciones «Tagoro», se compartían, como Jesús y el Cirineo, el peso de la cruz en la vía dolorosa de todos los poetas. Me complacía, pues es hermoso y aleccionador este sacrificio de los mejores desfilando con digna abnegación por entre la turba de mercaderes y fariseos. Admiro el heroísmo, pero sobre todo el heroísmo del ideal. ¿No es Fernando Ramírez uno de estos héroes?
Nuestro renacimiento artístico depende de hombres de su temple, y así debo saludar en él uno de los astros que dan luz a nuestro crepúsculo, porque crepúsculo es lo que atravesamos. Sólo que me asalta una duda terrible. Sí. De pronto han brillado unos cuantos luceros; pero ¿son luceros matutinos, o luceros vespertinos? ¿Preceden al día, o preceden a la noche? Hemos estado tanto tiempo en penumbras que no sabemos si se nos anuncia la aurora o la lóbrega tiniebla impenetrable.
Prefiero creer que Fernando Ramírez es un venturoso heraldo de luz. No puede ser un mensajero de la noche quien dice en su poema inicial: » ¡Tan cercano está el puerto y la esperanza!». O aquello otro de: «Gritó como un creador / y al instante florecieron / la playa, el mar, el corazón / de esperanzas, de / gaviotas, de / barcas, de / peces, de / amor». O también, lo que clama en «El milagro de Jonás»: «Y empezar a vivir intensamente / a buscar la verdad con optimismo / a gozar en la paz sin los tropiezos / a beber todo el vino de la ciencia…». Y, en fin: «Tan solo la balanza / del tiempo y de los hechos / en la playa soleada de la muerte / pondrá el fiel, sin cristales y sin lodos».
Aquí hay un poeta vibrando en este «Mar que yace». Debo anotar la importancia del hecho. En su soneto final, Fernando Ramírez nos dice qué mar es ese: «Estas ansias interiores / yacen en un ignoto mar de ensueño». Por él boga y navega un corazón transparente con una inteligencia decidida y a favor de una literatura sin preciosismos, pero de un gran poder expresivo. Yo también digo con Fernando Ramírez: «Porque odio la miseria y la opulencia / yo solo puedo hallar en la otra, orilla / un pan, y un pez. asándose en las brasas». Vale ese símil, por su belleza humilde, tanto como el de Antonio Machado: «Me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar».
En fin, un libro corto este «Mar que yace». Pero que sirve de feliz introducción a la futura obra larga.
LUIS BENÍTEZ INGLOTT
Publicado originalmente en Goteo.org
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